viernes, 1 de julio de 2011

El templo de Wiracocha

Visita monumental a la morada del dios inca y del antiguo Perú en Sicuani, Cusco. Viaje a un pasado histórico, simbólico y milenario.


Templo de Wiracocha
Autor y fotografías: Fernando Barrantes
Arte y diseño: H

Índice:
• Introducción
• El templo de Wiracocha



INTRODUCCIÓN




Monumento Inca
EL TEMPLO DE WIRACOCHA

6 de diciembre de 1994, El Mundo
Para Inés

En el actual camino a Sicuani, entre el Cusco y el lago Titicaca, los Incas construyeron un templo de más de 12 metros de alto para Wiracocha, el creador de todo lo existente. Ese dios está ahora reducido a los textos de investigación y el antiguo recinto envejece sin cultos y peregrinos que promuevan sus favores. El lugar sigue inamovible, lleno de simbolismo del pasado y es fácil así descubrir en un sitio provisto del silencio rural, algo que va más allá de la belleza monumental de la arquitectura prehispánica.

El templo pertenece a la comunidad campesina de Raqchi, las casas son presididas por una iglesia católica y contiguas a las ruinas. Es normal ver a los comuneros en plenas faenas agrícolas en el interior del complejo arqueológico de 80 hectáreas, posiblemente en las mismas zonas destinadas al cultivo, cuando unos seis siglos atrás se decidió la construcción, tarea que guarda un equilibrio ecológico, para preservar el monumento apoyado por la naturaleza.

Raqchi, cerca al río Vilcanota, casi rodeada de cerros, domina un valle de sol fuerte, visiblemente fértil y muy colorido, a 3,500 metros sobre el nivel del mar, pertenece al distrito de San Pedro de Cacha, y está ubicada a unos 125 kilómetros al sur de la ciudad de Cusco, distancia que puede cubrirse en un tranquilo viaje carretero de tres horas, tras pasar por varios pueblos históricos como San Jerónimo, San Sebastián y las ruinas wari de Piquillacta.

Lo arquitectónico
El adobe sobre piedra empleado por los constructores carece de precedentes en la arquitectura inca en el Cusco, los cronistas atribuyen al Inca Wiracocha la orden de edificar el templo. Este es un período previo al gobierno de Pachacútec, el primer Inca histórico del Tawantinsuyo y que remodeló el Cusco con nuevos patrones arquitectónicos, a mediados del siglo XV y al que se atribuye la creación de una religión estatal que tuvo al sol como principal deidad y que desplazó a Wiracocha.

Los venezolanos Graciano Gasparini y Luise Margolies consideran en su trabajo “Arquitectura Inca” que el complejo estuvo encerrado por una pared y que el templo fue un gran hall rectangular, de 92 metros de largo por 25,25 de ancho, con un área techada de 2,323 metros cuadrados, y que el gran interior del templo estuvo dividido por una pared de unos 12 metros, la base es de piedra hasta alcanzar los 2,80 de piedra, el resto de adobe.

Cruzar el templo de un extremo a otro, fue en su tiempo un enorme laberinto, que el actual visitante, apreciando detenidamente esa enorme pared, puede ver que tuvo diez gigantescas puertas y para seguir el ritual que solo podían conocer los iniciados a partir de su entrada, en el punto más cercano al valle, caminando en zigzag entre las puertas, y con imaginación, podrá llegar hasta donde estuvo la capilla que en su interior contenía el altar, donde descansaba el ídolo de Wiracocha sobre un pedestal.

Otras estructuras sobrevivientes, se encuentran en la parte sur del monumento arqueológico, hacia el este unidas por un camino y conformando según Gasparini y Margolies, una secuencia de 12 posibles casas, cada una con dos habitaciones de 12 metros de largo por 4,50 de ancho con siete u ocho ventanas, posiblemente destinadas a sacerdotes o peregrinos. Hacia el oeste subsisten estructuras menores y dos fuentes bellas de agua.


La destrucción
El ídolo de Wiracocha fue trasladado de urgencia al Coricancha, templo del sol, al igual que las momias de los incas y las collas, cuando arribaron los conquistadores españoles, evidentemente para impedir el desastre final. Allí estuvo en la recepción de los dioses a los hermanos Pizarro, parece que permaneció en el lugar, hasta que los extirpadores de idolatrías los hicieron desaparecer a todos.

Los buscadores de oro tomaron el templo, primero lo saquearon, después destruyeron el altar, la capilla, las diversas estructuras solo sobrevivió una de sus 22 enormes columnas y la pared central que permite redescubrir siempre la agonía de Wiracocha.


Lo sagrado
Confundido en los orígenes del mundo andino, Wiracocha es un dios sin rostro, falto de formas y de vestimentas, nadie aventura a deslizar un retrato suyo, los extirpadores de idolatrías sepultaron todas sus estatuas y algunos cronistas españoles lo convirtieron en un ser etéreo, y lo creyeron una versión de Dios.

El antiguo Perú tuvo un dios que nadie sabe cómo se llamó, con la representación reiterativa de un ser que tiene los brazos extendidos y empuña en cada mano un cetro. La figura permaneció aunque con atuendos diferentes, por lo menos durante dos mil quinientos años seguidos, desde Chavín hasta Chimú, sus dos versiones más conocidas son la estela de Raimondi que puede ser vista en el museo de Pueblo Libre y la Puerta del Sol, Tiahuanaco, Bolivia.

Hasta ahora no se conoce una hecha por mano inca, de la divinidad que recibe de los investigadores el nombre de dios de los dos báculos.

Wiracocha es el dios más antiguo de los Incas y el Cusco de acuerdo a varios investigadores fue fundado en su nombre, pertenece a la cosmología del sudeste andino, sus raíces están ligadas a las sociedades Wari y Tiahuanaco, desarrolladas paralelamente y separadas por casi mil años del imperio de los Incas. El cronista Betanzos escribió que Wiracocha dividió el mundo en cuatro sectores (los cuatro suyos del Tawantinsuyo) encargando a sus dos ayudantes a que hicieran salir a los hombres del subsuelo.

Julio C. Tello, el primer arqueólogo peruano, en sus estudios sobre el desarrollo de la concepción religiosa andina, consideró a Wiracocha como ligado al origen de la humanidad, “sus hazañas se efectúan en el lago Titicaca, el antiguo adoratorio de Tiahuanaco” (Bolivia).

Para Tello el acto creador de Wiracocha tuvo dos partes, primero sale del lago Titicaca, hace el cielo, la tierra y ciertas gentes y desaparece dejando a la gente en la oscuridad. En el segundo momento, sale nuevamente, convierte en piedras a las personas creadas en el primer acto, crea el sol, luna y estrellas y a los modelos ya arquetipos humanos, ayudado por dos de sus servidores, viaja por toda la tierra haciendo salir a las gentes en los diferentes lugares donde debían definitivamente vivir y poblar y, por último, terminada la obra de creación, desaparece por el océano.


La peregrinación
La fama que envolvió al templo terminó en otra época, cuando acabó el tiempo de los Incas y el mito del oro que le dieron los españoles. La realidad es que esta joya del Perú está olvidada y convertida en desconocida para muchos, a pesar que anualmente se realiza un gran festival de tipo folklórico, con una marcada connotación regional que intenta convertirse en un interesante atractivo turístico.

Esta peregrinación al festival de Raqchi, y que recibe el nombre de la comunidad campesina, oculta sus antiguas raíces religiosas. Para los comuneros de la región, guarda íntima relación con las antiguas festividades de la divinidad que congregaba multitudes cuando era vigente y al que agregándosele a su nombre, las palabras quechuas “Kon Iraya”, según Tello significaba “Kon (ser supremo), Iraya (la luz), Wira (civilizador), Cocha (procedencia)”, que finalmente resume la idea del dios creador a partir de la nada, una idea que puede ser tan vieja en los Andes como el antiguo Perú y la formación de la civilización andina.


Franklin Pease García Irigoyen, (agregado en el 2008)
El famoso maestro e historiador, en su libro “Del Tawantinsuyo a la Historia del Perú”, de 1988, señaló que el último gobernante que sucedió a Manco Cápac, el inca arquetipo primordial llevaba el nombre del dios creador más antiguo del Cusco, Wiracocha, quien luchó y perdió con Pachacútec.

Consideró que a partir de esta lucha y al resultar vencedor Pachacútec, el Inti o sol se convierte en el creador y el Inca en un constructor del mundo con el poder para mover las piedras y transformar la tierra; un arquetipo que modela la conducta de los hombres, que cultiva el maíz y construye terrazas de cultivo y canales de riego.

El Dr. Pease escribió y enseñó que el dios Wiracocha, el dios Inti e Inca (ya como Incarri) aparecen como divinidades sucesivas y creadoras del mundo andino en las versiones conocidas, cusqueñas o no. Son dioses ordenadores que construyen el mundo a través de los restos de creaciones anteriores que habían entrado en crisis.

El maestro Pease creyó que Wiracocha se transformó en dios ocioso a partir del Inca Pachacútec y así surgió el Sol como divinidad dinámica y fecundadora. Conformándose una triada presidida a la distancia por Wiraocha, con predominio efectivo del sol durante el Tawantinsuyo y representado en la tierra por el Inca, sol de la tierra, un centro del mundo viviente.

En su sabiduría, Franklin Pease explicó así el final, planteando que después de la destrucción del Estado Andino a consecuencia de la invasión española, el Inca ya como Incarri o el Inca rey, pasó a tomar las características de una divinidad también creadora, pero vencida por el dios cristiano y latente en la resurrección mesiánica, que cree en su retorno con la transformación total del mundo y que la tradición oral identifica a Incarri como Atahualpa, el último gobernante del Tawantinsuyo.